Introducción

(B.O.C. 112, 2007)


El movimiento en el ser humano ha estado vinculado a la supervivencia, la relación con los otros o a la interacción con el medio. El cuerpo y el movimiento, además, han contribuido a configurar el pensamiento en las diferentes épocas. Así, los juegos, las danzas, la utilización del ejercicio para la higiene postural, la salud o el deporte constituyen referentes históricos que dan lugar a las grandes Escuelas gimnásticas y movimientos de finales del siglo XIX, abriendo definitivamente el campo escolar de la motricidad.

La conducta motriz integra la implicación cognitiva, motriz y afectivo-social del ser humano. Esta propiedad integrada demanda una intervención educativa que ha de tomar como eje la realidad corporal y el movimiento.

El estudio del cuerpo y del movimiento se ha ido nutriendo de diferentes campos del saber científico, tecnológico, humanístico y artístico, constituyendo un conjunto de contenidos que han dado lugar, desde diversos enfoques y funciones, a la Educación Física actual. Como área de conocimiento incorporada al ámbito educativo, la Educación Física ha experimentado cambios que responden a distintas demandas sociales y que se han concretado en diferentes programas educativos según las épocas.

La sociedad del siglo XXI plantea la necesidad de incorporar a la educación aquellos conocimientos, habilidades y actitudes relacionados con el cuerpo y el movimiento, contribuyendo al desarrollo integral de la persona, a su realización y a la mejora de su competencia motriz y de su calidad de vida. Asimismo, capacita al alumnado en su realización personal y en el ejercicio activo de la ciudadanía. Para ello, en el currículo que se propone se identifican las capacidades y conocimientos básicos de la Educación Física desde un planteamiento integrador y orientado a la aplicación de los aprendizajes adquiridos a diferentes situaciones y contextos cotidianos. La Educación Física persigue, entre otros fines, formar individuos competentes en su motricidad, entendiendo la competencia motriz como el conjunto de capacidades, conocimientos, procedimientos, actitudes y sentimientos que intervienen en las múltiples interacciones que las personas realizan en su medio y con las demás, permitiéndoles resolver diferentes problemas que requieren de una habilidad motriz adecuada y, a través de la transferencia de la motricidad a distintas situaciones de la vida cotidiana, alcanzar otros objetivos no exclusivos del ámbito motor.


El área de Educación Física contribuye a conseguir, fundamentalmente, el objetivo de la etapa «Valorar la higiene y la salud, aceptar el propio cuerpo y el de los otros, respetar las diferencias y utilizar la Educación Física y el deporte como medios para favorecer el desarrollo personal y social». También colabora en el desarrollo de capacidades relacionadas con la afectividad, los hábitos de trabajo individual y colectivo, las relaciones equilibradas con los demás, la adquisición de actitudes y valores referentes al reconocimiento y el cuidado de su entorno natural, social y cultural, así como con la adquisición de habilidades para la lectura, del uso de las tecnologías de la información y la comunicación y con el uso de representaciones y expresiones artísticas.

De idéntico modo, en los objetivos de área se toman en consideración capacidades relacionadas con el conocimiento del cuerpo y del movimiento, con la práctica de actividades físicas y sus efectos sobre el organismo, con la adquisición de hábitos responsables para la salud individual y colectiva, con el desarrollo de las capacidades físicas y de las habilidades motrices básicas en diferentes medios y situaciones para la mejora de su competencia motriz y la resolución de problemas motores, así como con la aplicación de la motricidad como medio de disfrute, expresión, relación y comunicación.

Las relaciones interpersonales que se generan alrededor de la actividad física permiten incidir en la asunción de valores como el respeto, la aceptación o la cooperación, transferibles al quehacer cotidiano, con la voluntad de encaminar al alumnado a establecer relaciones constructivas con las demás personas. De la misma manera, las posibilidades expresivas del cuerpo y de la actividad motriz potencian la creatividad y el uso del lenguaje corporal para transmitir sentimientos y emociones que humanizan el contacto personal.

El cuerpo y el movimiento constituyen, en la acción motriz, una unidad funcional indisociable. En la Educación Física, esta acción se desarrolla en una situación motriz que le confiere significado como conducta, adquiriendo sentido formativo en la tarea motriz, en la que se definen: el objetivo perseguido, las condiciones de realización y las habilidades motrices que se demandan, entendidas éstas como capacidades que se desarrollan por medio del aprendizaje. Por eso, no basta con aprenderlas, sino que requieren su aplicación a situaciones concretas del ámbito del área.

Desde este planteamiento, se han dispuesto dos grandes bloques de contenidos que constituyen referencias de los componentes de la conducta motriz y que no pueden considerarse como compartimentos estancos, porque uno no existe sin el otro. Dichos contenidos mantienen una gradación en cada ciclo que sigue los principios de vivenciar, percibir y representar tanto su cuerpo como su movimiento, constituyendo guías de acuerdo con los momentos evolutivos del alumnado para que el profesorado pueda incidir en los aspectos que configuran la motricidad humana.

El bloque I, «El cuerpo: imagen y percepción», agrupa los contenidos que permiten el desarrollo de las capacidades perceptivo-motrices. Está especialmente dirigido a adquirir un conocimiento y un control del propio cuerpo, incidiendo en los hábitos posturales, la tensión, la relajación y la respiración, que resultan determinantes tanto para el desarrollo y valoración de la propia imagen corporal como para la adquisición de posteriores aprendizajes motores que permitirán al alumnado desenvolverse espacial y temporalmente. Además, se incorporan contenidos para la aplicación autónoma de hábitos de actividad física a lo largo de la vida como fuente de bienestar y salud, de ocupación del tiempo libre y de desarrollo responsable de las capacidades cognitivas, motrices, emocionales y relacionales. La coordinación dinámica general se percibe en este bloque como la integración de los componentes neuromotrices del movimiento.

La salud referida a los aspectos psicológicos, biológicos y sociales está implícita en la Educación Física en relación con el sujeto y la sociedad, procurando que el alumnado, a lo largo de los ciclos, adquiera de forma cada vez más autónoma los conocimientos y los hábitos necesarios para hacerse responsable de mantener un cuerpo saludable, accediendo, por otro lado, a una actitud reflexiva y crítica ante los estereotipos sociales relacionados con el cuerpo y las prácticas motrices. Para que la práctica sea saludable, debe desarrollarse con una intervención preventiva y acordes con el momento de desarrollo.

El bloque II, «El movimiento: habilidad y situación motriz», reúne aquellos contenidos que permiten al alumnado aprender a moverse con eficacia en diferentes contextos y situaciones, y que le ayudarán a adquirir un amplio repertorio motor transferible y perdurable a lo largo de la vida. Se trata de los contenidos relativos al dominio y control motor: patrones de movimiento y habilidades básicas, genéricas y específicas. Destacan, por un lado, los contenidos que promueven la toma de decisiones, individuales y colectivas, la resolución de problemas motores y la ejecución adecuada mediante el dominio y el control del cuerpo, y, por otro, las manifestaciones culturales de la motricidad humana, como los juegos, deportes, actividades rítmicas y expresivas, de las que Canarias posee un importante patrimonio. En este sentido, las actitudes van dirigidas al fomento del esfuerzo personal en el desarrollo de las habilidades motrices, la equilibrada relación interpersonal, el respeto a las diferencias individuales y las normas, la valoración de la actividad física como forma de gestión constructiva del tiempo libre y la seguridad en la práctica.

De la gran variedad de formas culturales en las que ha derivado la motricidad, el deporte es una de las más aceptadas y difundidas en nuestro entorno social, aun cuando las actividades expresivas, los juegos y los bailes tradicionales siguen gozando de un importante reconocimiento. Con ello, la complejidad del fenómeno deportivo exige en el currículo una selección de aquellos aspectos que motiven al alumnado y contribuyan a su formación desde la perspectiva de espectador, practicante y consumidor de aspectos publicitarios relacionados con el deporte.

Los contenidos básicos de la Educación Física seleccionados para esta etapa educativa priorizan la práctica por medio de la cual se adquieren los conocimientos y las actitudes sobre el cuerpo y el movimiento. El refuerzo del esquema corporal es el aspecto básico para el desarrollo de la motricidad en el primer ciclo de la etapa; la exploración de las posibilidades del movimiento, de las habilidades motrices básicas en situaciones lúdicas, expresivas y recreativas, la resolución de problemas motores sencillos, el reconocimiento y aceptación de las normas, el control de conductas agresivas y la práctica de normas de limpieza personal deben ser la tónica general.
Durante el segundo ciclo se produce el descubrimiento de los elementos orgánico-funcionales relacionados con el movimiento. La vivencia del cuerpo en el espacio y el tiempo conduce el desarrollo y adaptación de las habilidades motrices en las situaciones motrices, lo que permite dar respuestas más eficaces. Se estabilizan diversos hábitos (higiénicos, de cooperación, de aceptación de reglas, de control de la agresividad, etc.).

En el tercer ciclo se introduce al alumnado en la adquisición de habilidades motrices aplicables a diferentes situaciones que deben conducir hacia la eficacia del gesto y del movimiento, debido al desarrollo de la conciencia y control corporal y a la estructuración espacio-temporal. Adquirirá especial relevancia la autonomía en los hábitos saludables de higiene corporal, posturales y alimentarios relacionados con la actividad física y la valoración del esfuerzo personal para mejorar las posibilidades del alumnado y superar sus limitaciones.

La enseñanza de la Educación Física ha de promover y facilitar que el alumnado llegue a comprender su propio cuerpo y sus posibilidades y conocer y adquirir un número significativo de habilidades motrices. A partir de estos elementos básicos para la competencia motriz debe fomentarse especialmente la adquisición de capacidades que permitan reflexionar sobre el estudio y los efectos de la motricidad y, a la vez, asumir actitudes y valores adecuados al cuidado del cuerpo y a la conducta motriz. En este sentido, el área se orienta a crear hábitos de práctica saludable, regular y continuada a lo largo de la vida, así como a sentirse bien con el propio cuerpo, lo que constituye una valiosa ayuda en la mejora de la autoestima. A ello contribuye, por ejemplo, la resolución de problemas motores con dominio y control corporal a partir de un planteamiento previo a la acción. Por otra parte, la inclusión de la vertiente lúdica y de experimentación de nuevas posibilidades motrices puede orientar al establecimiento de una educación para el ocio frente al sedentarismo de la vida cotidiana en general e inclinarse hacia la adquisición de conductas motrices vivenciadas, fundamentales para el desarrollo global de la persona, como son la realización de actividades físicas, deportivas, expresivas, lúdicas y recreativas.

Se trata de desarrollar correctamente las capacidades físicas y las habilidades motrices básicas. De ahí la importancia de activar los mecanismos cognitivos, motrices y expresivos mediante la exploración de sus posibilidades corporales y plantear la educación por el movimiento como un proceso de resolución de situaciones por medio de la exploración y valoración de las propias posibilidades corporales y la toma de decisiones individuales o colectivas.

La adquisición de los aprendizajes y su progreso debe vincularse a la experiencia motriz de cada persona y no estar al margen de la aceptación de la propia realidad corporal y la de los demás. El profesorado ha de ofrecer situaciones motrices alternativas y variadas para que los niños y las niñas amplíen sus posibilidades de acción y puedan incorporarlas a su experiencia motriz. Para ello, se debe partir de lo que ya saben hacer y no desde su déficit, siguiendo una secuencia de adquisición en la que prime el criterio de diversidad y variabilidad sobre el de especialización. Las tareas integrarán los fines de la acción motriz, las condiciones para su desarrollo, la habilidad requerida y el contexto en que tiene efecto.

Las actividades y tareas tendrán un carácter eminentemente recreativo propio de la utilización del juego y las formas jugadas, sin que pierdan su función prioritaria de formación. El juego motor, del que nuestra Comunidad dispone de un legado que conviene reconocer, vivenciar, valorar y conservar es, asimismo, un recurso metodológico imprescindible en la Educación Primaria. De esta manera, se configura como un medio óptimo para que se adquieran gran parte de los contenidos del área. A través del juego se hace posible la activación de los mecanismos de percepción y decisión, el desarrollo de las capacidades de ejecución, se accede a la adquisición de nuevas habilidades motrices, se contrastan conceptos, etc., y se experimentan los efectos del ejercicio y del esfuerzo físico. El conflicto de intereses y las reglas propias de los juegos contribuyen, además, a que el alumnado pueda descentrarse del punto de vista propio, se incorpore a actividades de grupo, adopte diferentes papeles o funciones en situaciones de cooperación y competición, y establezca estrategias de equipo. Independientemente de que el juego pueda ser utilizado como estrategia metodológica, también se hace necesaria su consideración como contenido por su valor antropológico y cultural.

Por otro lado, el deporte, considerado como un subconjunto específico de conductas motrices, tiene un valor social derivado de ser la forma más común de entender y practicar la actividad física en nuestra sociedad. Sin embargo, la práctica deportiva en la Educación Física debe tener un carácter abierto, polivalente y no discriminatorio, y realizarse con fines centrados en la mejora de la experiencia motriz de la persona a través de su esfuerzo, en el fomento de actitudes y valores de inserción social y como medio de ocupación del tiempo libre. A este respecto, adquiere especial relevancia el creciente fenómeno del inicio de la práctica deportiva en edades cada vez más tempranas. Estas prácticas deportivas externas no siempre se organizan en torno a presupuestos formativos y su influencia puede ser contradictoria con los objetivos educativos y, por tanto, requerirán respuestas adecuadas para reconducir las conductas que el alumnado pueda tener.

La Educación Física ha de integrarse con las restantes áreas y configurar un espacio singular de interdisciplinariedad, sin perder el carácter globalizador de las enseñanzas, entendido éste como la combinación de los aspectos motor, cognitivo, afectivo y social-relacional de la persona.
De similar forma se contempla el uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación para establecer relaciones entre contenidos, compartir experiencias y ajustarse a las demandas que exige una sociedad moderna.

La evaluación atenderá a un doble cometido: orientar el aprendizaje y reorientar la enseñanza. Para que las actividades de evaluación cumplan una función formativa, deben incardinarse en las propias sesiones. Así, los criterios de cada ciclo contienen una explicación relacionada con aquellas competencias y contenidos sobre los que se aplicarían las capacidades presentes en los objetivos. Ocurre con la aplicación de las habilidades básicas, que van desde su adaptación a distintas situaciones expresivas y de juego en el primer ciclo; su adecuación en los pases, lanzamientos, conducciones y golpeos a los objetivos motores de las tareas en el segundo ciclo; y, en el tercero, a la transferencia a situaciones motrices cada vez más complejas, a partir de la mejora en las capacidades coordinativas, el dominio en el manejo de objetos, el control y orientación corporal y la anticipación a trayectorias y velocidades; se incide, para ello, en la toma de decisiones como criterio para favorecer una mejora de la ejecución motriz.

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